Por Adraiana Varillas

Cancún, Quintana Roo.- Casi con la puntualidad de un inglés, como esculpido a mano para sus 73 años y con la actitud de una leyenda musical, el cantante Sting movilizó, lo mismo a babyboomers, que a la Generación X y Millenial, a un escenario selvático montado en las afueras de Tulum, para viajar y vibrar entre la nostalgia de canciones que han dejado huella y la impecable ejecución de piezas que fusionan el pop y el jazz, con una voz prácticamente intacta.

El británico, ex líder de la legendaria banda The Police, fue el plato fuerte del Mexican Caribbean Music Fest, evento que el gobierno de Quintana Roo promociona como la “evolución” del exitoso Festival de Jazz de la Riviera Maya, que se realizaba en Playa Mamitas –Playa del Carmen– en noviembre de cada año, desde 2003, pero se diluyó en 2022.

Anoche fue el estreno de una nueva apuesta, la primera edición de este festival musical del Caribe Mexicano, que pretende ser itinerante.

Esta vez, tocó realizarlo en la atmósfera “tuluminatti”, entre residentes extranjeros, turistas y habitantes locales, quienes arribaron al Parque Zamná, dentro de un complejo que nació como un conjunto de eco-cabañas y que por su gran extensión, ha sido ya escenario de eventos musicales del género electrónico, como el Zamna Festival, desde 2017.

Sting entró a escena a las 22:07 horas. Vestido con una playera y unos pantalones negros –bajo en mano– abrió con Message in a bottle, encendiendo el ánimo con aquel primer hit de The Police, lanzado en Reino Unido en 1979, que evoca la soledad y necesidad de conexión con otros.

Interactuando con el público, mientras coreaba “sending out an S.O.S.”, saludó a Tulum, convocó a las y los presentes cantar y se movió con la cadencia propia del calor del Caribe.

Luego dio un salto de al menos 20 años para explorar uno de los sencillos del “Ten Summoner’s Tales”, álbum editado en 1993, ya siendo solista, luego de la desintegración de su banda.

Sonó entonces “If I ever lose my faith I you”, que plantea el temor de que, luego de haber perdido la fe en todo, se pierda también la fe en alguien.

Su tercera pieza fue el inicio del climax al escuchar la introducción de una de las rolas más emblemáticas del británico, cuando fue vocalista de The Police, en los 80.

Se trataba de “Englishman in New York”, historia de un excéntrico escritor inglés que emigró a la capital de los rascacielos –admirado por Sting– debido a su valor para ser fiel a sí mismo, siendo abiertamente homosexual en una época hostil, en la que se le veía como “raro”.

“Be yourself, no matter what they say…”, repitió cantando al micrófono, primero cruzándose de brazos, luego, fingiendo que no escuchaba y después, soltando el bajo y llevándose una mano a la cabeza y otra a la cintura, para moverse con cadencia.

La canción fue coreada por las miles de personas asistentes al concierto. “Oh, oh, I’m an alien, I’m a legal alien/ I’am an Englishman in New York”, se escuchó, en un recinto con aforo para 20 mil personas, de acuerdo con los organizadores.

A ese punto no importaba ya ni el calor a más de 30 grados Centígrados, ni la humedad y el sudor, ni las faenas para llegar al lugar, a través de corridas de ADO o en auto propio, con un servicio de estacionamiento que resultó mucho mejor de lo esperado.

La cuarta flecha lanzada por el ganador de diversos premios Grammy, vino para hablar de quien bajo el hechizo del amor, se siente incapaz de confesarlo: Every little thing she does is magic, también de su autoría y éxito al lado de su ex banda.

De vuelta a los 90, Sting bajó el tono, pero no la intensidad y trasladó a las y los asistentes a la atmósfera de los Fields of gold, que en Tulum se asemejaba más a una selva con gente fumando “mota”, cuyo aroma inundaba el ambiente

“So she took her love/ For to gaze awhile/ Upon the fields of barley/ In his arms she fell as her hair came down/ Among the fields of gold”.

Lo sucesivo fue el repaso de otras canciones que mantuvieron el ánimo y los aplausos, a veces sumiéndoles en un espacio más profundo y otras, explosivo, con juegos de luces mas bien sobrios y él, una cuasi leyenda, interactuando constantemente con la gente.

Tocó el turno a una de sus canciones más versionadas –por él mismo y otros artistas– en muchos estilos, instrumentos, tonos y ritmos.

Inconfundibles, los acordes de la guitarra anticiparon: “He deals the cards, as a meditation/ And those he plays never suspect/ He doesn’t play for the money he wins/ He doesn’t play for respect (…)”, arranque de Shape of mi heart.

Algunos recuerdan esa pieza como parte de la banda sonora de la película “Demolition man”; unos más, en el filme de “El perfecto asesino”, con Jean Reno, Gary Oldman y una cuasi niña, Natalie Portman. Y habrá algunas, quienes la evocan como parte de su soundtrack personal.

“I know that the spades are the swords of a soldier/ I know that the clubs are weapons of war/ I know that diamonds, mean money for this art/ But that’s not the shape of my heart”.

Después de poco más de una hora y media, Sting eligió para cerrar su participación en el Festival, la emblemática Every breath you take y Roxanne, con la cual terminó por despedirse con un: “Gracias Tulum, eres un poema”.

Antes que él, abrieron el festival el músico sitarista Leonardo Prakash, la banda mexicana de rock, Liquitis y Los Aterciopelados.

La triada telenora pasó de los ritmos hindúes de Leo, al sonido alternativo de Ro, Edi y Teo, que se acompañaron de una suerte de performance, que armonizó con la propuesta musical y visual, siempre disruptiva de los colombianos liderados por Andrea Echeverri.

Aterciopelados cimbró con Bolero Falaz, Baracunatana, Maligno y He venido a pedirte perdón –homenaje a Juan Gabriel– además de una nueva versión de “La ciudad de la furia”, colaboración para el álbum acústico de Soda Stereo, que este año cumple 25 años de haber sacudido la escena musical, en voz de Andrea y Gustavo Cerati.

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