Por Gabriela Martínez
Los Ángeles, California.— R. permanece de cuclillas sobre los surcos de la tierra en el rancho donde trabaja desde hace 10 años. Está solo en ese pedazo de tierra que parece eterno, usa una sudadera gris, prefiere colocarse la capucha y taparse el rostro. A unos metros, observa una camioneta negra. De inmediato corre e intenta alejarse, pero al escuchar que le gritan en español y con acento latino, se detiene: “Perdón, pensé que era la migra”.
Oxnard es una ciudad ubicada a unos 122 kilómetros al norte de Los Ángeles, en California, y privilegiadamente enquistada a la orilla del Pacífico. Mantiene una población de poco más de 200 mil residentes y se sostiene principalmente de la actividad agrícola, trabajo que realiza la comunidad migrante indígena y latina, a veces sin permiso.
Esta comunidad, donde cada año es celebrado el Festival de la Fresa de California, uno de los más importantes eventos gastronómicos en Estados Unidos, está en riesgo de perder sus cosechas debido a la intervención de los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) quienes llegaron el 10 de junio pasado y realizaron una redada para llevarse a migrantes jornaleros.
“Hay ranchos donde la gente ya no quiere ir, tienen miedo de ser detenidos y que se los lleve la migra”, explica R., un jornalero de origen oaxaqueño de la comunidad mixteca que lleva más de una década viviendo en Oxnard sin documentación. “Yo vine a trabajar porque necesito el dinero; mi hermano pizca cilantro y en su rancho ya nada más quedan él y unos cuantos, se fueron casi todos”, cuenta. Los ranchos agrícolas ubicados sobre la avenida Victoria y la calle Teal Club Road lucen prácticamente vacíos.
“Aquí es donde se siembran las fresas, el coliflor, la lechuga, el apio, los principales productos que van a la mesa de los ricos”, explica Antonio Amezcua, exsupervisor de ranchos agrícolas retirado en Oxnard. “Ahorita no es el problema, van a ver el próximo año (…) la naranja, la mandarina la están tirando al suelo porque no hay pizcadores. No es justo, nosotros venimos a levantar este país”.
Las organizaciones que representan a los trabajadores del campo en Estados Unidos se han reunido con autoridades locales del condado de Ventura, al que pertenece Oxnard, para pedir protección a los jornaleros y evitar que las cosechas de este año se pierdan y con ello se genere un desabasto de alimentos.
“Todavía no sabemos cuál es el plan si llegan a hacer falta los trabajadores. A lo mejor pueden traer trabajadores como programa H-2A de emergencia”, explicó Jesús Estrada, coordinador del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB). El programa al que se refiere es una visa de trabajo temporal para importar trabajadores extranjeros a los campos agrícolas.
De acuerdo con el Mixteco Indigena Community Organizing Project, que representa a trabajadores indígenas en Oxnard, 70% de los alimentos que se distribuyen en EEUU viene de los cultivos de California y las detenciones realizadas por agentes de inmigracion ya dejaron un impacto que resultó en un déficit de trabajadores y desperdicio de cosechas. “El miedo y la incertidumbre es lo que mantiene a la comunidad muy asustada”, dijo Arcenio López, director ejecutivo de la organización. “Ya los números de trabajadores que regresaron este lunes al campo no son los mismos, las cosechas se perdieron, el impacto es económico pero, ¿quién se va a encargar de que la comida llegue a las mesas del país?”.
En respuesta a la intervención del gobierno federal y la detención de los jornaleros migrantes, la comunidad se organizó para unirse a la megaprotesta del No King’s Day el 14 de junio pasado, cuando decenas de personas tomaron una de las principales avenidas de Los Ángeles para ondear banderas de los países latinoamericanos.
F., una jornalera guatemalteca de poco más de 30 años, llegó hace más de una década hasta Oxnard. Tiene dos hijos pequeños, uno de 13 y otro de siete años, que nacieron en esa ciudad. Viven solos en un pequeño departamento del cual F. intenta no salir, pero la necesidad de mantener a su familia la obliga a tomar el riesgo.
“Tengo mucho miedo, es como vivir escondiéndose de ellos [la migra] porque a veces uno no los ve y de repente pueden salir de algún lado. Ese es mi miedo”, lamenta F. mientras se recarga sobre unas escaleras afuera de su hogar, observando para uno y otro lado. “Tengo mucho miedo porque si ellos se quedan acá [sus hijos] y me mandan para allá [Guatemala] sería más difícil, yo quedaría más triste por mis hijos”,
El presidente estadounidense, Donald Trump, dijo la semana pasada que había decidido detener las redadas contra migrantes en el sector agrícola, las empacadoras de carne, los restaurantes y hoteles para evitar dañar las finanzas de los empresarios; sin embargo, las organizaciones que representan a la comunidad migrante en Oxnard reportan que los operativos continúan y el miedo persiste.
“No podemos bajar la guardia. Hoy [lunes] se llevaron a un ciudadano estadounidense porque intervino para que inmigración [ICE] no se llevara a su papá”, aseguró Arcenio López. “Una cosa es lo que dicen, pero otra muy diferente es lo que están haciéndole a la comunidad”.