Artículo originalmente publicado por Margarita Rosales Alarcón para Sahan Journal. Fotografía: Customs and Border Protection.
Por Margarita Rosales Alarcón
Un jueves por la noche, a principios de octubre de 2025, sonó el teléfono de mi madre. Era un mensaje automático que le avisaba de que ICE estaría vigilando mi escuela, junto con otras escuelas de las Ciudades Gemelas, al día siguiente. Ese viernes, falté a clases. Como joven latina, tenía miedo de ser discriminada racialmente.
Cuando regresé a mi escuela concertada en el sureste de Minneapolis el lunes siguiente, todo parecía normal. Esperaba que mis compañeros o incluso mis profesores hablaran de lo sucedido. Nadie lo hizo. Ni una sola palabra. Parecía que habíamos acordado en silencio ignorarlo, como si no importara.
Pero así es. Esta es la realidad cotidiana de muchas comunidades inmigrantes. Los padres son detenidos y tratados como animales. Los niños se ven obligados a buscar la manera de cuidar de sí mismos, de sus hermanos y de gestionar su futuro.
“Si me llevan…” es algo que he oído decir a padres a sus hijos mientras se preparan para lo peor. Es una conversación que nunca debería tener lugar.
Los niños están perdiendo sus sistemas de apoyo. Desde que Trump asumió el cargo, la represión migratoria se ha intensificado. Más de 20 personas han muerto bajo custodia del ICE este año fiscal. Los centros de detención están sobrepoblados y son espacios deshumanizantes. Muchos en mi comunidad los llaman campos de concentración. Miembros de la administración Trump han impulsado más de 3000 arrestos al día.
Aquí en Minnesota, he visto familias destrozadas. Padres, madres y hermanos secuestrados a plena luz del día. Un familiar fue sacado de su camioneta de trabajo junto con sus compañeros. Su esposa escuchó el alboroto calle abajo. En un instante, ella y sus cuatro hijas perdieron a su esposo, padre y principal fuente de ingresos.
Su familia tuvo que vender algunas de sus pertenencias solo para pagar el alquiler, la comida y los gastos legales. Vi sus cosas tiradas en el patio: ropa, decoración, joyas, esparcidas por todas partes para que desconocidos las compraran. Mientras observaba a la gente comprar sus pertenencias, me di cuenta de lo real que era. Vi el dolor en sus rostros.
Hasta ese momento, solo había visto estas historias en las noticias. Un desconocido llorando ante la cámara y rogando a Dios por su seguridad, por que los trajera de vuelta, por que esta pesadilla terminara. Pero esta vez, era mi familia.
“¿Dónde está papi?” es la pregunta que he escuchado de los niños de mi comunidad. A menudo, nadie tiene respuestas, ya que algunos detenidos nunca son registrados correctamente y las familias ni siquiera saben que se los han llevado. Nadie explica qué hacer después de que un familiar es detenido.
“Pronto estaremos juntos”, prometen mientras los suben a las furgonetas. “Pronto estaremos juntos”. Pero a menudo, no regresan.
¿Hemos olvidado lo que este país dice representar? ¿Hemos olvidado quién construyó Estados Unidos? Muchos inmigrantes aceptan cualquier trabajo que pueden, solo para tener un techo. Y, sin embargo, viven con miedo constante, incluso en la escuela.
Para jóvenes como yo, esto es abrumador. Soy estudiante de último año y a veces me pregunto: ¿Vale la pena ir a la universidad sabiendo que existe la posibilidad de perder todo lo que uno conoce en cualquier momento? ¿Quién estaría presente durante los logros, la graduación, la mudanza a la universidad, sus cumpleaños? Es como si nos viéramos obligados a elegir entre nuestra familia y nuestro futuro.
“Yo me voy con ustedes”, me dijo una vez un compañero de clase. “Si deportan a mi familia, yo también me voy”.
Estamos presenciando la historia, y debemos empezar a contar las historias tal como son, no como el gobierno quiere que creamos. En lugar de avanzar como país, Estados Unidos parece estar retrocediendo, votando por políticos que nos privan de nuestros derechos.
La pregunta ahora es: ¿Vamos a rendirnos o vamos a seguir luchando por nuestras comunidades, nuestras familias y nuestro futuro? Si no luchamos nosotros, ¿quién lo hará?
Esta historia se produjo como parte del Taller de Opinión y Comentario 2025 de ThreeSixty Journalism para jóvenes, en colaboración con Sahan Journal y MinnPost. ThreeSixty es un programa de narrativa multimedia para jóvenes de Minnesota, enfocado en contribuir a narrativas más precisas y salas de redacción más representativas. Margarita Rosales Alarcón es estudiante de Venture Academy en Minneapolis. Historia originalmente publicada en Sahan Journal en su versión en inglés y traducida al español por Julio Valdez.








