Por Inder Bugarin
Bruselas, Bélgica.— En el epicentro de la guerra arancelaria global emprendida por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se encuentra China, blanco de un carrusel tributario nunca antes presenciado.
En un espacio de semanas, la carga tributaria a las importaciones chinas se dispararon hasta 145%, mientras que los gravámenes sobre las ventas estadounidenses alcanzaron 125%, para luego descender a 30% y 10%, respectivamente, como parte de una tregua de 90 días.
Independientemente de cómo termine la confrontación arancelaria, si se alcanza o no un acuerdo bilateral en el plazo de los tres meses, los daños causados por el volátil comportamiento de Trump son palpables, y probablemente irreversibles, al menos durante la actual administración de Estados Unidos.
Lejos de alcanzar sus objetivos, desconectar a las dos economías más grandes del planeta y aislar a su mayor rival económico y militar, el espectáculo de Trump ha ofrecido a China no sólo la oportunidad de ocupar las vacantes abiertas por el repliegue estadounidense en el ámbito humanitario y de la cooperación, sino que le ha permitido acercarse a los tradicionales aliados de EEUU, aprovechando la pérdida de confianza en el otrora defensor del orden internacional.
Para la Unión Europea (UE), Japón, Corea del Sur, Filipinas y Malasia, entre otros, su viejo socio no es más uno de fiar, al desentenderse de las reglas que colectivamente fueron construyendo para garantizar la armonía comercial entre naciones.
El bloque europeo enfrenta aranceles unilaterales estadounidenses de 25% sobre sus importaciones de acero, aluminio y automóviles, así como 10% adicional para casi todos los demás bienes como parte de los llamados aranceles “recíprocos”. El gravamen podría aumentar a 20% después de que expire la pausa de 90 días de Trump, el 8 de julio.
“En abril, los aranceles sorpresa de Trump alteraron las relaciones transatlánticas, mientras que China aprovechó el momento para cortejar a los líderes europeos y estrechar lazos en medio de la frustración compartida hacia Washington”, sostiene Turner Ruggi, investigador asociado del Council on Foreign Relations (CFR) con sede en Nueva York.
El cortejo chino se ha distinguido por llamadas telefónicas —el equipo del primer ministro chino Li Qiang agendó de inmediato línea directa con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen—; visitas de alto nivel —el jefe del gobierno español, Pedro Sánchez, viajó a Beijing para calificar a China de “socio esencial”— y explícitos llamamientos de una alianza anti-Trump con Europa.
“Como los dos pilares y principales mercados mundiales, China y Europa deben asumir responsabilidades internacionales, defender conjuntamente el sistema multilateral de comercio y construir conjuntamente una economía mundial abierta”, expuso en su momento el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi.
Los dirigentes de la UE tienen previsto reunirse con el presidente chino Xi Jinping, probablemente a finales de julio, en lo que será la segunda cumbre China-UE y el eventual relanzamiento de las relaciones diplomáticas. Las políticas dis-ruptivas de Trump también están teniendo repercusiones en el perímetro de influencia más inmediato de Beijing.
“China ha intensificado su presencia en el Indo-Pacífico, haciendo hincapié en la unidad regional frente al proteccionismo estadounidense, reivindicando sus derechos territoriales en el mar de China Meridional y ampliando su influencia a través de proyectos de infraestructura”, señalan en un análisis conjunto Abi McGowan y Aanika Veedon, investigadoras del CFR.
En concreto, China ha intentado posicionarse frente a las naciones de la región como un actor que está “del lado correcto de la historia”, el que defiende el multilateralismo y un sistema comercial basado en normas, no discriminatorio, libre, justo, abierto e inclusivo.
Una clara ilustración fue la reunión celebrada el 4 de mayo en Milán, Italia. Ahí se reunieron los ministros de Finanzas de los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), junto con los gobernadores de los bancos centrales de China, Japón y Corea del Sur.
La ministerial finalizó con una declaración conjunta en la que el bloque cerró filas y se comprometió a reforzar la unidad regional a fin de sortear la creciente incertidumbre y los retos a corto plazo, como el aumento del proteccionismo y la volatilidad financiera mundial. “Xi Jinping desea una mayor integración económica con el Sudeste Asiático y más acceso al mercado para las empresas chinas. Xi también quiere impulsar su visión de una ‘Asia para los asiáticos’, donde China domine y Estados Unidos quede marginado”.
“El grado y el alcance del ascenso de China estará determinado, en gran medida, por el comportamiento de sus relaciones con sus vecinos asiáticos”, sostiene Ben Bland, director del Programa Asia-Pacífico del Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House de Londres.
Ante los pasos falsos de Trump, el régimen del presidente Xi igualmente busca rentabilidad política en América Latina, en donde ni siquiera los más incondicionales del magnate parecen estar dispuestos a escucharlo.
El mandatario argentino Javier Milei renovó la línea de swap de divisas con China por valor de 5 mil millones de dólares, a pesar de que el enviado especial de EEUU para América Latina, Mauricio Claver-Carone, abogó por no prolongarlo.
El 13 de mayo, Beijing recibió a representantes y cancilleres de los Estados miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), así como a los jefes de Gobierno Gustavo Petro, de Colombia; Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Gabriel Boric, de Chile.
Más allá de una línea de crédito chino de 9 mil 200 millones de dólares a los miembros de la Celac y nuevas inversiones en infraestructura, los líderes de Colombia, Brasil y Chile dejaron en claro que no se alejarán de China por presión externa. Petro anunció su adhesión a la Ruta de la seda china. “China lleva años estableciendo relaciones comerciales regionales con países que pueden actuar como centros de distribución para las exportaciones chinas que se enfrentan a restricciones comerciales”, sostiene Zongyuan Zoe Liu, experta del CFR.
Asegura que con la tregua de 90 días alcanzada en Ginebra, la Casa Blanca no sólo “perdió credibilidad, se apalancó aún más a China”.
Pero el gobierno chino no sólo destapa con audacia sus cartas con los miembros del espacio comercial estadounidense, también con las naciones antagónicas a Occidente, como Rusia.
En abril, China aumentó sus importaciones de gas ruso natural líquido y avanzó en la iniciativa para desarrollar una central nuclear en la Luna para alimentar de energía a la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS). En tanto que en mayo, Xi viajó a Moscú para dar un importante impulso diplomático a su homólogo ruso Vladimir Putin, blanco de sanciones y aislamiento por su ofensiva militar en Ucrania.
Las tensiones comerciales entre Washington y Beijing disminuyeron considerablemente más rápido de lo anticipado por expertos como Ryan Sweet, economista jefe para EEUU del Oxford Economics, y Lynn Song, experto para China del centro de análisis del banco holandés ING.
Probablemente las estadísticas de abril hicieron cambiar de estrategia a la administración Trump. China mostró estar preparada para una prueba de resistencia prolongada. A pesar de la subida de aranceles de 145%, las exportaciones a EEUU sólo cayeron 21% en escala interanual.
En tanto que EEUU habría entendido que con un nivel arancelario más bajo ingresarían más ingresos a las arcas públicas. Un gravamen por encima de 100% tiene el potencial de operar como un embargo.
“Esperamos que las exportaciones chinas a EEUU en mayo y junio repunten con fuerza, porque los importadores con inventarios agotados aprovecharán el alto el fuego para reanudar las importaciones. Dependiendo de cómo se desarrollen las conversaciones, podríamos volver a ver un aumento anticipado de las exportaciones en julio y agosto, sobre todo si no hay claridad sobre un acuerdo más duradero”, señala un documento de ING en el que participa Lynn Song.
“Es probable que la incertidumbre no disminuya significativamente. No hay garantías de que se mantenga la reducción de los aranceles sobre los productos chinos. La falta de claridad mantendrá elevada la incertidumbre sobre futuros aranceles”, prevé Ryan Sweet.