Por Marlem Suárez

Ciudad de México.- Ante un sold out de 10 mil fans en el Auditorio Nacional, la banda liderada por el irreverente Alex Lora inició su presentación sinfónica por los 40 años del álbum “Simplemente” con toda la energía habitual. Pero, apenas unos minutos después, un fallo estructural transformó el escenario en un sitio de evacuaciones apresuradas, chiflidos, mentadas de madre y abucheos.

El concierto arrancó a las 19:07 horas con el rugido de “Perro negro y callejero”, el clásico himno callejero que siempre enciende al público. La Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca, integrada especialmente para esta gira, esperaba su turno detrás del telón, mientras las pantallas LED proyectaban primeros planos de los músicos y los arreglos orquestales.

Todo parecía fluir en perfecta sintonía con el espíritu rebelde de El Tri, hasta que, en pleno solo de guitarra, una de las pantallas gigantes comenzó a tambalearse. En cuestión de segundos, se desprendió parcialmente y colapsó hacia el escenario.

Lora, fiel a su estilo, tomó el accidente con humor: “Nunca pasan estas mamadas… más que cuando toca El Tri.”

El comentario provocó risas, pero también abucheos. El público, impaciente y molesto, comenzó a lanzar rechiflas a la producción, mientras las tres primeras filas eran desalojadas por precaución.

Entre gritos de “¡Sí se puede!”, los asistentes alentaban a los trabajadores que intentaban reparar el desperfecto con una polea. Tras varios minutos de tensión, los organizadores anunciaron que el show se reanudaría en veinte minutos, lo que encendió de nuevo los reclamos.

Cuando Alex Lora volvió al escenario, pidió a la audiencia seguir con la fiesta como si nada hubiera ocurrido:

“Háganle como que no pasó nada, porque están grabando”, bromeó, antes de retomar “Perro Callejero” y, acto seguido, entonar el Himno Nacional Mexicano.

Con la bandera tricolor ondeando sobre el escenario, lanzó su tradicional arenga:

“¡Vivan Villa y Zapata! ¡Chinguen a su madre los pinches políticos rateros! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva México!… ¡y que viva el rock and roll!”.

El público, muchos de ellos portando máscaras de luchador, respondió con un rugido de “¡Viva!”. La temática del concierto, inspirada en la lucha libre, reforzaba la idea de que el rock, como el ring, es resistencia y espectáculo.

También hubo espacio para la crítica: el músico lanzó una mentada de madre a la FIFA por el precio de los boletos del próximo Mundial y advirtió entre carcajadas:

“Mejor ya no hay que hacerlo, no vayan a venir los p*tos esos de la FIFA y suspendan la tocada.”

Del desmadre al homenaje

A lo largo del show, Lora combinó el humor con momentos emotivos. Con la Orquesta Esperanza Azteca ya sobre el escenario, dedicó “San Juanico” a su eterno pianista Lalo Toral, fallecido recientemente:

“Él sigue rocanroleando con nosotros desde allá, desde el cielo”, dijo, mientras una imagen del músico aparecía junto al piano.

El concierto fue un vaivén entre la irreverencia y la nostalgia. Hubo espacio para clásicos como “Triste canción de amor”, “Niño sin amor”, “Estación de Balderas” y “Pobre soñador”. En cada pausa, el público aprovechaba para mentarle la madre al propio Lora, quien respondía divertido, dándoles el micrófono:

“¿Ustedes creen que yo vengo aquí a hacerle a la mamada?”, preguntó.“¡Sí!”, respondió el público al unísono.

Incluso Chela Lora subió al escenario para acompañarlo en “Nostalgia”, uno de los momentos más celebrados de la noche.

“Ya ven cómo soy pendejo, ya estaba empezando otra pinche rola”, dijo entre carcajadas.

“Somos viciosos del rock and roll”

Antes del cierre, tras más de tres horas de música, carcajadas y groserías amorosas, Alejandro Lora agradeció a la “raza” que viajó desde distintos puntos del país y de Estados Unidos:

“Somos viciosos del rock and roll, ¿o no? ¡A huevo!”.

El final fue una mezcla de caos, risa y devoción. El público coreó “Las piedras rodando” mientras se lanzaban balones con el logo de El Tri al público. Y, como siempre, Lora cerró con su bendición irreverente: “Gracias, raza. Que Dios los bendiga… ¡y que viva el rock and roll!”.

El Auditorio Nacional se llenó de gritos las risas por la autenticidad de un hombre que, a sus 72 años, sigue encarnando el espíritu más crudo y libre del rock mexicano.

Porque, como él mismo diría: “Nunca pasan estas mamadas… más que cuando toca El Tri.”

pjm

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